12 Feb El poder de las mujeres (y II)
Han pasado unos segundos, convertidos en días. Sigo con el poder de las mujeres y sus incongruencias.
Y sí. Parece que queremos etiquetarnos y etiquetar cuando, desde una perspectiva más amplia, las combinaciones son múltiples, y las etiquetas se quedan cortas. Si me aferro a ellas puedo sentirme constreñido, encasillado.
Mi amiga del alma me recuerda que al encasillarme puedo quedar atrapado en lo que se espera de mí. Cumples un rol. Salirse puede parecer incongruente.
Y rescata el ejemplo de Carina Tyrrell miss Inglaterra 2014, estudiante brillante de Cambridge. Doctorada en Medicina, ha viajado a India, Ghana y otros países con pandemias. Y forma parte de un equipo de investigación en la Universidad de Oxford.
Tyrrell recuerda que sus amigos, al enterarse de que se presentaba a un concurso de belleza, se llevaron las manos a la cabeza y se preguntaron cómo una feminista y científica como ella iba a entrar en ese juego. Una incongruencia según ellos.
Su respuesta, según recoge el corresponsal Rafael Ramos: “Las mujeres no debemos ser estereotipadas, no hay nada extraordinario o anormal en interesarse al mismo tiempo por las partículas nucleares, las pandemias, divertirse, la ropa o los concursos de belleza”.
Una parte de mi siente alivio al escuchar esta historia. No es única. Cuando escuchas sin juzgar emergen más. Muchas más. Salirse de lo que se espera de ti para encontrar qué esperas de ti mismo.
Cuando asumes lo que, según cierta lógica, es incongruente, trasciendes el dilema de cara o cruz, sigue contándome mi amiga del alma. Ya no hay elementos binarios. Surge algo nuevo. Eso sí, requiere coraje y a veces alguna que otra crisis. Como la que desencadenó Zain Al Rafeea a sus padres, que con doce años los demandó.
¿Por?
Los acusó de haber nacido. Decidió hacerlo cuando su hermana de once años murió desangrada a las pocas semanas de que los padres la obligaran a casarse, y la madre de Zain volvió a quedarse embarazada.
¿Once años, la hermana?
Sí. Cuando el juez interrogó a los padres estos aseguraron que seguían la tradición de sus familias. ¿Qué iban a hacer si no? contestaron tanto la madre como el padre.
Uffff…!!!
Fueron congruentes cumpliendo el rol de lo que se esperaba de ellos, en su comunidad. No entendían que se pudiera hacer otra cosa. Necesidad de pertenencia a un colectivo. Sentido de su existencia.
Una barbaridad.
Mi amiga de alma resalta que para nosotros es fácil ver esta barbaridad desde fuera. Pero me invita a trasladarlo a nuestro propio círculo. ¿Somos capaces de salirnos de lo que nuestros padres esperan de nosotros, o lo que esperan nuestros amigos de derechas, de izquierdas, anarquistas, feministas, machistas, espiritualistas, ateos, liberales…? ¿Somos capaces de salirnos de etiquetas y relacionarnos como individuos, aceptando al otro en sus procesos?
Como la historia de Zain todavía resuena en mi cabeza, mi amiga me aclara que es el argumento de una película, “Cafarnaúm”, ganadora de varios premios por todo el mundo (en el 2018 y el 2019).
Parece que me alivia saberlo, pero no. Su directora, la libanesa Nadine Labaki, asegura que desafortunadamente la realidad es mucho más dura que “Cafarnaúm”.
La reflexión de Nadine Labaki: “Alguien me dijo en una ocasión que nacemos como mariposas, libres para volar, con el pensamiento abierto a todo tipo de ideas, sin reglas ni códigos, no estamos encasillados. Y morimos como las orugas, hechas un ovillo, encerradas en sí mismas”.
Pues eso. No tienes que cumplir ninguna etiqueta, ningún rol. Sé tú en tus múltiples facetas, en tus múltiples momentos. Descúbrete sin esperar nada a cambio. ¿Quién eres tú realmente?
Ese es el poder de las mujeres. Ese es el poder que está en todos.
https://bit.ly/3d1lycW (“… solo soy un humano…” Rag’n’Bone Man – Human)