27 Ago A qué huele el camino de Santiago
Buen camino.
Buen camino.
¿A qué huele el camino de Santiago?, suelta mi amiga de alma tras varias semanas sin vernos. Y ya le vale, porque al menos hubiera podido preguntarme primero cómo estoy o por mi vuelta al trabajo.
Pero, ¿a qué huele?, insiste.
Y recuerdo entonces una anécdota que contó hace pocos meses Jean-Michel Florín, un tipo loco para unos, sabio para otros. Visitó a un enólogo en Córcega. Quería cambiar la orientación de su finca hacia una producción respetuosa con el medio ambiente, con la tierra, sin pesticidas ni demás contaminantes. Y contrató el servicio de un asesor en agricultura biodinámica.
Estaba sorprendido porque este experto, antes de analizar las vides y el suelo, primero caminó entre todas sus parcelas. Tranquilamente. Parando en ocasiones. Cerrando los ojos en otras. Dicho enólogo comprendió después que el asesor quería antes que nada percibir la atmósfera del lugar oliéndolo.
Claro, dice mi amiga, el olor no engaña. La vista sí, igual que las palabras pueden ser engañosas. Pero el olfato, no. Capta la esencia.
Como mi cara revela incredulidad, saca de su librería “El cerebro ilusionista”.
No me impacta hasta que leo quienes son sus autores. Especialistas en neurociencia. Jordi Camí, director general del Parque de Investigación Biomédica de Barcelona y miembro del Círculo de Barcelona de la Sociedad Española de Ilusionismo, y Luis Miguel Martínez, biólogo y científico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Vale. Sí. La vista y el oído no son de fiar. El olfato sí. Por eso en los espectáculos de magia utilizan resortes que interfieren nuestros procesos cognitivos de percepción que se dan por la vía visual. En cambio con el olfato penetramos la realidad desnuda. Sin distorsiones.
Como la inquietante película “Border”, premiada en el festival de Cannes del 2018, dirigida por el iraní-danés Ali Abbasi. Una mujer que puede oler los sentimientos de las personas.
La película parece un desvarío argumental. Pero me da qué pensar sobre el camino de Santiago y mi percepción. ¿Qué atmósfera se respiraba?
Tal vez no sea tan extraña la pregunta de mi amiga del alma. Me centro en los olores, pues. Desvelan esencias. Como los bebés. El olor de bebé. Peculiar. Celestial.
Los bebés huelen a bebé. Que se lo digan sino a María Fuentes Caballero, pionera del movimiento por el respeto al parto y nacimiento sin violencia, lactancia materna y crianza. Esta entrañable médica ha recopilado su experiencia de más de cuarenta años en “Gestación, nacimiento y crianza desde el sur”. Un libro que acaba de ver la luz.
Yo recuerdo cuando olía a mis tres hijos siendo bebés. Olor de almas cándidas. Ya hace años. Me enternezco. Y vuelvo a la pregunta. Esta vez me la hago yo mismo. ¿A qué huele el camino de Santiago?
Bosques, ríos y puentes, amaneceres. Personas. Charo, Christian, Anna, Luis, Ámali, Julia, más tarde María, tantas otras personas, atardeceres. Conexión con sus esencias, y las interconexiones entre ellas. Las almas se van desnudando. Cada una con su ritmo y melodía. En su conjunto, una sinfonía creando su armonía.
Buen camino.
Buen camino.
Prevalece la confianza, prevalece la conexión. Diálogos. Respeto ante la diversidad. No se juzga, no hay miedo. Qué privilegio.
Ya sé a qué huele el Camino. ¡Huele a humanidad…!
Y mi amiga del alma, con una sonrisa, apunta… Entonces ya conoces a Natalia Sanchidrián.
Pues no.
Te la presentaré en unas semanas. Mientras tanto te invito a la III Feria de Agricultura Ecológica Biodinámica que se celebra en el Palacio de Congresos de Albacete este primer fin de semana de septiembre.
¿Para qué?
Para que sigas experimentando olores. La necesaria interrelación entre el olor de la madre naturaleza y el olor a humanidad, ahora que se habla tanto del respeto al medio ambiente.
Miro el programa de esta feria y su ciclo de conferencias “agro-cultura con respeto”. Despierta mi curiosidad. Pero una lástima porque en esta ocasión no podré ir. Me lo apunto para la próxima.
Me reafirmo. Ya sé a qué huele el Camino. ¡Huele a humanidad…!