15 Jul El descontento sagrado y con cara de póquer
El calor aprieta… y mucho. Y en la playa ante el mar se agradece estar. Aprovecho para ojear el diario y el mundo está que trina. Descontento generalizado.
Que si agresiones sexuales. Que si más armas para Ucrania y aumento extraordinario del presupuesto de Defensa en España mientras la presión al personal sanitario por falta de recursos acentúa los índices de ansiedad, estrés y bajas laborales. Que si la inflación y el precio de la luz, el gas y el combustible… Que si los atascos endémicos para entrar y salir de Barcelona… Que si… Descontento generalizado, vaya.
Se acerca mi amiga del alma… Y yo le digo… hay descontento generalizado.
Ya era hora de que te dieras cuentas, me suelta ella. Pongo cara de póquer. Y mi amiga sigue…
¿Ya has leído “El cuenco vacío”?
Pongo más cara de póquer. No tengo ni idea de a qué se refiere. Enseguida me aclara que es un libro subtitulado “Aportaciones de un psicoanalista al estudio del buddhadharma”.
Me abruma. Y mi amiga del alma me aclara que su autor, Sergio Stern, es un psicoanalista de origen judío afincado en México, donde ya hace años fundó Montaña Despierta, un lugar de encuentro meditativo inspirado en el budismo zen, desde el que se fomenta el diálogo interreligioso.
Y le pregunto qué tiene que ver con el descontento.
Todo, responde. Sergio Stein apunta que el descontento es sagrado porque es una oportunidad a cambiar. Y en este proceso, el descontento deja de ser una fuerza destructiva para convertirse en un impulso de emancipación.
Muestro mis dudas a mi amiga. La realidad es otra.
Pero lo que haces con la realidad sí depende de ti, comenta mi amiga. La vida es eso…Pero ¿hasta dónde serías capaz de llegar para conseguir lo que de verdad quieres?
Uf… Palabras mayores. No sé.
Pues esta pregunta es el subtítulo del libro “Prueba de fe”, de Natalia Sanchidrián.
¿Más libros?
Recomiendo que lo leas porque verás que no se trata de anhelar ser felices.
¿Ah, no? (Mi cara de póquer todavía permanece).
Por encima del pesimismo se impone el activismo, no la búsqueda de la felicidad.
Y mi amiga del alma me habla entonces de Olivia Mandle, una joven barcelonesa de 15 años a quien las decepciones alimentan todavía más su determinación.
Como cuando hace dos años creó una campaña pidiendo al Ayuntamiento de Barcelona que trasladara a los tres delfines que estaban en el zoo a lo que llaman un santuario marino. Consiguió que salieran de Barcelona, sí, pero fueron trasladados a un nuevo acuario en Atenas.
Y en lugar de deprimirse se activó más. En palabras de la propia Olivia Mandle… “Convertí mi decepción en determinación, y lancé una campaña aún más ambiciosa, dirigida al presidente del Gobierno de España, pidiendo la prohibición de los delfines y cetáceos en cautiverio. España es la mayor cárcel de delfines de Europa y esto debe acabar”.
Esta campaña #noespaisparadelfines ya cuenta con alrededor de 120.000 firmas.
Su activismo no ha pasado desapercibido y a finales del 2021 recibió el Premio Internacional a su trayectoria por el Instituto Jane Goodall Global, entre otros reconocimientos.
Pues eso… descontento sagrado. Una oportunidad más para convertirnos en humanos, y no marionetas de las circunstancias.
Yo brindo por ello ante el mar, y sin tanta cara de póquer.