
18 Feb El Pitufo rebelde Miguel Agustí
-¿Sabes lo de Miguel Agustí, el Pitufo rebelde? -Así me saluda hoy mi amiga del alma nada más entrar por la puerta de mi hogar.
-¿Miguel Agustí?
-Sí, Miguel.
Y antes de contestarle me viene a la memoria los encuentros y comidas que tuve con Miguel, amigo y colega en “La Vanguardia”, junto con Rosa Izquierdo, otra alma pura. Década de los noventa en la calle Pelai de Barcelona, antigua sede del diario. Me conmueve evocar aquellos momentos. Me acompañó en mi inocencia y me ayudó a abrir los ojos al mundo terrenal, confiando además en las almas libres y atrevidas.
Aprendí tanto de él… Humanamente y profesionalmente.
-¿Qué tengo que saber de Miguel?
-Traspasó el umbral la semana pasada. Una semana después de cumplir los 80 años.
-Ostras. Quieres decir que ha muerto. Que ya no está con nosotros.
-Claro que sigue con nosotros.
-No me fastidies. Si ha muerto ya no existe.
-Sí que existe.
-Ya vuelves con tus creencias.
-Es ciencia.
-Venga ya.
-De Miguel aprendiste a abrir los ojos más allá de lo que sabías, ¿no?
-Sí claro.
-La ciencia también va abriendo los ojos más allá del puro materialismo.
-¿Qué? ¿Cómo?
-Te invito a leer el libro “La supraconciencia existe: Vida después de la vida” de Manuel Sans Segarra.
-Será un gurú.
-Qué va. Es cirujano, antiguo jefe del Servicio de Cirugía General y Digestiva del Hospital Universitario de Bellvitge, que ha dedicado parte de su carrera a investigar sobre la conciencia tras recoger el sorprendente testimonio de sus pacientes, que revivían, y contrastarlo. No podía obviar lo que afirmaban. Lo tiene documentado. Y sí, la conclusión es que la consciencia persiste tras la muerte. La misma conclusión que la de la reconocida psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, fue una de las mayores expertas mundiales en la muerte, las personas moribundas y los cuidados paliativos, autora entre otros libros del popular “La muerte: un amanecer”.
-Serán casos aislados.
-Eso es lo que creían algunos. Así que no hace ni diez años que se llevó a cabo la mayor investigación hasta la fecha. Fue realizada por la Escuela Grossman de Medicina de la Universidad de Nueva York. Se recopilaron más de dos mil casos de personas muertas clínicamente, tanto de Estados Unidos como de Europa, tanto religiosas como ateas. Y al igual que algunos pacientes de Manuel Sans y de Kübler-Ross que volvieron a respirar y latir el corazón, eran capaces de reproducir conversaciones de los médicos presentes durante su fallecimiento.
-¿Y?
-Conclusión del macroestudio: la consciencia persiste tras la muerte.
No sé qué decir a mi amiga del alma. Sólo me atrevo a preguntarle que por qué le llama el Pitufo rebelde a Miguel. Y ella me responde leyéndome un fragmento del obituario publicado en “La Vanguardia” que escribió Mario Gas, un admirado director de escena teatral y amigo íntimo de Miguel:
“(…) Miguel fue quien bautizó como Pitufos a unos muñequitos azules belgas que ya se quedaron para siempre jamás con ese nombre en español. La inspiración le vino a partir de Patufet, personaje singular del folklore catalán cuando hubo que traducir al castellano las historietas originales belgas de “Les Schtroumpfs” para la revista “Strong” (…)”.
Y lo de rebelde, porque uno de los hijos de Miguel, durante la ceremonia de despedida definió a su padre como un rebelde. Un ejemplo a seguir. Por su atrevido humanismo. Amigo incondicional.
Siempre ayudando a abrir los ojos. Gracias Pitufo rebelde. Gracias Miguel Agustí.