22 Abr Entre la rosa, el libro y la magia del polvo
Surcando las profundidades marinas del sur… Y llamo a mi amiga del alma, pero no responde. Me entero que se ha ido a repartir rosas a los hombres que están en su corazón, que no son pocos. (Tampoco tantos, eh?).
Ella sabe que sus amantes le van a regalar un libro. Doce rosas rojas que entregará. Doce libros que recibirá. Cambia los roles. Experimenta.
Y observa qué se mueve entonces en su interior y qué se mueve en los demás. Siempre le gusta jugar y transgredir lo establecido como si fuera sencillamente un personaje de una obra teatral. Experiencias. Su manera de hacer inspira.
Así que cuando pongo pie en tierra, corro a mi casa. Hay miles de libros. Me subo al taburete de madera de haya para echar una ojeada a los que están en el estante de arriba.
Me llama la atención “El río de la conciencia” del neurólogo Oliver Sacks. Lo leí hace un par de años.
A grandes rasgos recuerdo la premisa de que la conciencia no es una cosa, sino un proceso. Y que los procesos neuronales están asociados a los procesos mentales a través de las sinapsis. La sinapsis es el espacio donde se produce la comunicación entre neuronas.
Hay cifras. Una sola neurona cerebral puede tener hasta diez mil sinapsis. El cerebro en su totalidad puede llegar hasta cien billones.
Conclusión: “En lugar de ver el cerebro como algo rígido y fijo, programado como un ordenador, impera la idea mucho más biológica y poderosa de la ‘selección experiencial’, de que la experiencia literalmente conforma la conectividad y función del cerebro (dentro de unos límites genéticos, anatómicos y fisiológicos)”, escribe Sacks.
Me gusta recordar esta idea de que somos procesos. De la importancia de la experiencia y de las relaciones con las demás personas.
Así que empiezo a sacar el polvo acumulado de la estantería donde está este libro.
Y entre el polvo y el valor de la experiencia, a mi mente le viene la imagen de una lluvia de polvo de oro. Sucedió hace muy pocos días durante la inauguración de “Klimt, la experiencia inmersiva”, del Centre d’Arts Digitals Ideal, en Barcelona.
Me impresionó, sin duda. Mujeres desnudas, intencionadamente sensuales, erotizantes. Es parte de una experiencia inmersiva que recorre el espíritu de libertad que impulsó el nacimiento del modernismo dando la mano al feminismo desencorsetador.
Así lo recogen las comisarias de la exposición, Imma Fondevila y Theresia Nickl al rescatar artistas y activistas de Viena y Barcelona a partir de la obra y vida del pintor Gustav Klimt.
Suspiro con tanta imagen sobrevenida.
Y entre tanto polvo de la librería y mi dispersante mente, pierdo el equilibrio y me doy un trompazo. Pierdo momentáneamente la consciencia. Suficiente tiempo para soñar.
Sueño con Klimt y su compañera y amante, Emilie Flöge, empresaria y diseñadora de modas. Ella aparece desabrochando corsés a un montón de mujeres.
Y en escena entra un perro, precioso, tipo pastor. Ladra porque intenta que yo no traspase un umbral, aquella frontera donde las almas miran desde otra perspectiva.
Me despierto. Duele un poco el golpe. Nada grave.
Tengo el libro. Tengo la rosa, símbolo de las partes oscuras transmutadas. Y mi amiga del alma me lanza un reto: ¿Por qué no liberas al dragón y lo conviertes en un coach social?
No entiendo la pregunta. Pero recuerdo el sueño con el perro en el umbral ladrando.
¿Estoy preparado para mirar desde otra perspectiva? ¿Y tú? La magia del polvo.