30 Mar La infidelidad sale del armario
Entre los genes y el fluir de las emociones, la sociedad no parece tener tantos reparos en aceptar y confesar las relaciones extraconyugales. Al menos es lo que indican las encuestas, los psicólogos y la proliferación de webs especializadas en «canas al aire»
Parece que tener sexo clandestino cada vez es más fácil. Hay iniciativas de todo tipo. Aparcamientos públicos especialmente habilitados para facilitar los encuentros espontáneos (como en Nápoles, donde uno de sus barrios ha aprobado un plan para crear un estacionamiento de automóviles donde tener esos escarceos amorosos sin indiscreciones y que se llamará Love Parking), portales privados en internet que posibilitan citas al margen de la relación de la pareja… También hay iniciativas más elitistas, como el de una compañía aérea que ha decidido ampliar su negocio con un nuevo servicio: sexo en el aire sin preguntas. La compañía ofrece una hora de vuelo en una cabina especialmente preparada para tener encuentros sexuales, una botella de champán, chocolate y la garantía de que el piloto será discreto. La imaginación al poder, o el deseo al poder, como prefieran, y la estricta monogamia queda en evidencia. Aparecen entrevistas a antropólogos, psicólogos y neurólogos que dan fe que el ser humano tiende a la infidelidad, y que lo lleva impreso en los genes. ¿Se es más infiel ahora que antaño? ¿Es la fidelidad un valor en extinción o sencillamente ahora se habla más abiertamente de los impulsos instintivos?
Hay quien se sobresalta con la infidelidad, pero hay quien lo integra, como el caso de una mujer turca que recibió un trasplante de riñón de la amante de su marido tras doce años de diálisis, según apareció publicado en la portada del diario turco Hürriyet el mes pasado. La receptora y esposa del marido infiel, Meliha, se mostró muy agradecida por este acto tan generoso de la persona con la que ahora comparte “sangre, un marido y un riñón”. ¿Les sorprende? A Roberto Aguado, psicólogo, terapeuta de integración recíproca y presidente del Instituto Europeo de Psicoterapias de Tiempo Limitado, no. Este experto constata que en su consulta cada vez es más habitual que acudan personas que quieran gestionar esta triangulación amorosa. “Las mujeres aceptan más que los hombres que sus parejas se acuesten con terceras personas. Es el caso más consultado. Pero también cada vez es más evidente que las mujeres también triangulan, aunque hay diferencias. Las mujeres infieles lo llevan más callado porque el hombre en general se sale del triángulo. No sabe tolerarlo”.
Según los expertos, cada vez hay más mujeres que confiesan su infidelidad, y las que no lo son es por miedo a ser pilladas. Al menos una encuesta publicada el mes pasado con motivo del día de los Enamorados, ante la pregunta realizada a mujeres con pareja estable “Si tuvieras la seguridad de no ser descubierta, ¿serías infiel a tu pareja?”, el 38% de las mujeres respondió afirmativamente. Tal vez sea un alivio saber que este estudio se realizó en Estados Unidos, pero en Europa no es muy distinto y proliferan las redes sociales para infieles. Una de ellas, de origen holandés, Second Love, afirma que el 40% de las mujeres tienen aventuras ocasionales, y que en el caso de los hombres esta cifra aumenta hasta el 60%. Pero si lo circunscribe a España las proporciones son más moderadas, y asegura que uno de cada tres hombres y mujeres “será infiel a su pareja a lo largo de su vida”.
Con los años las estadísticas han variado, y parece que ahora se es más infiel que tiempo atrás. Pero los expertos quieren hacer algunos matices. Los datos oficiales del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en una encuesta realizada en 1995 sobre las relaciones fuera de la pareja, revelaron que el 46% de los hombres habían tenido alguna relación extraconyugal frente al 17% de las mujeres. Para la psicóloga psicoanalista Esther López Chicano, y coincidiendo con otros profesionales, estos datos referidos al 1995 pueden responder más a un tópico que a una realidad. “Otra cosa es si nos remontáramos a la década de los sesenta, cuando la mujer, en general, era dependiente de su esposo. Pero los resultados de 1995 pueden estar distorsionados porque las mujeres tienden a callar sus infidelidades y los hombres pueden fanfarronear más de lo que sucede en verdad. Aunque actualmente empieza a cambiar algo, porque estudios e investigaciones realizados en los últimos años van en esta línea y confirman lo que me encuentro en la consulta: las infidelidades de hombres y mujeres van a la par”. Entre los estudios más actuales está el de la empresa Sondea realizado a principios del año pasado. Asegura que en España poco más de una tercera parte de personas ha sido infiel alguna vez en su vida, con porcentajes casi idénticos entre hombres y mujeres. Pero este porcentaje se elevaría al 50% en el caso de los hombres, y al 40% en el de las mujeres, si tuvieran la total seguridad de que sus parejas nunca lo supieran. No es tan extraño a la vista del estudio del CIS sobre actitudes y prácticas sexuales publicado en enero del 2008, pues un 45% de los encuestados reconoce que alguna vez se ha sentido atraído por otra persona distinta de su pareja, y un 15% le sucede esto con frecuencia.
Así que la infidelidad dependerá más de la mayor o menor contención que las ganas de hacerlo, porque parece que estas no faltan. Ante esta realidad, no es extraño que haya quien aconseje no jurarse fidelidad eterna porque el amor va y viene, como es el caso del controvertido Christopher Ryan, doctor en Psicología y autor de En el principio era el sexo (Ed. Paidós), escrito junto con su esposa Cathilda Jethá, investigadora de la sexualidad en el entorno africano. La líbido sexual no sabe de normas sociales, y a los ojos de algunas corrientes psicoanalíticas puede tener una componente liberadora, incluso revolucionaria, en la que el individuo tiene la posibilidad de aprender a gestionar y a decidir por sí mismo qué hacer con sus impulsos sexuales sin estar mediado por ninguna instancia social. Al menos es lo que consideraba Wilhelm Reich, uno de los discípulos de Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis. No debía estar demasiado desencaminado, porque una de sus obras, La función del orgasmo, estaba en la lista de los libros malditos en la dictadura española.
Esther López Chicano señala que esta es una de las claves que pueden explicar este aumento de la infidelidad. “En regímenes dictatoriales y dogmáticos, a la mujer generalmente se la intenta someter. Al hombre le está permitido tener sus amantes, aunque no explícitamente, pero hay cierto culto y admiración al hombre que seduce una mujer tras otra. Pero la mujer es castigada si da rienda suelta a sus impulsos. Se le reprueba hasta el punto de justificar castigos que en algunos estados pueden ser la muerte. Sólo hay que ver qué sucede en países como Irán, donde la lapidación se aplica por ley. Teóricamente, el adulterio se castiga tanto en el hombre como en la mujer, pero las cifras no conocen discursos, y el número de mujeres castigadas es muy superior al de los hombres. ¿Por qué se persigue tanto la infidelidad hasta el punto que la ley justifica sentencias de muerte? Por miedo. La infidelidad crea inseguridad. Y en una sociedad patriarcal es más difícil asumir esta inseguridad. Necesita un orden establecido rígido y controlado, que persigue todo lo que salga de la norma. En estados democráticos, parece que no es así. Es más fácil que afloren las infidelidades o al menos el reconocimiento de este impulso que no significa tener que llevarlo adelante. Existe la opción de decidir por uno mismo”.
Pero las tecnologías parece que inclinen la balanza hacia la infidelidad y los portales virtuales para tener una aventura amorosa al margen de la pareja se están convirtiendo en un negocio floreciente. Al menos cada vez hay más. Second Love nació hace cuatro años en los Países Bajos, y ahora ya está presente en otros países europeos, como España, y en algunos de América Latina. Según esta web, cada vez hay más personas dispuestas a tener sexo aunque tengan pareja estable. Lo mismo afirman en Romance Secreto, aunque no tienen reparos en aceptar personas sin pareja, el negocio es el negocio. O Ashley Madison, que aterrizó el año pasado en España, con polémica incluida (por uno de los contenidos de su publicidad). Es una empresa canadiense que nació hace diez años y en el 2010 facturó unos 30 millones de euros. Según Noel Biderman, su fundador, ya cuentan con más de once millones de usuarios en todo el mundo. Christoph Kraemer, responsable en España de dicha empresa, asegura que España ya se acerca a las cifras de Alemania e Inglaterra. También afirma que Barcelona está por encima de la media de España en cuanto a infidelidades. Los últimos datos de marzo señalan que en Barcelona hay cincuenta mil inscritos. Aunque donde arrasan es en Australia, donde parece que la infidelidad no está tan mal vista. Cuando se le pregunta si este tipo de portales fomentan la infidelidad, asegura que no, que ellos responden a una demanda que ya existe.
Esa demanda también requiere de coartadas para llevar a término la infidelidad, así que la tecnología vuelve a tirar un cable a los infieles a través de webs especializadas en crear reuniones de trabajo donde no las hay y mil y una argucias más. También hay apps que encriptan los mensajes de los amantes infieles en inocentes sudokus, aunque otras apps han sido creadas para cazar al infiel. Esther López Chicano insiste que más allá de si la sociedad es más permisiva y si la tecnología facilita las infidelidades, lo importante es que las personas tienen la oportunidad de decidir por sí mismas.
¿Significa el fin de la pareja estable en sociedades más avanzadas? Para Esperanza Pérez, psicoanalista, experta en terapia sexual y de pareja, no, no es el fin de las parejas. “Ser infiel no significa querer cortar con la pareja. Es más, en la consulta me estoy encontrando con un aumento de mujeres infieles a su pareja, y no por eso van a romper su matrimonio”. Entre las causas de divorcio, la infidelidad representa entre el 18% y el 26%, según los estudios que se consulten, y, según la encuesta del CIS del 2008 sobre actitudes y prácticas sexuales, el 21,3% afirma que una pareja puede funcionar bien y ser feliz aunque alguno de los dos tenga alguna aventura pasajera fuera de la pareja. Otro estudio, del sociólogo Eric Anderson, profesor de la Universidad de Winchester, del Reino Unido, revela que los hombres heterosexuales engañan a sus parejas aunque quieran seguir con ellas. Si bien la muestra del estudio es realmente pequeña (sólo entrevistó a 40 universitarios de los que 26 aseguraron haber sido infieles a pesar de seguir amando a su pareja), este experto ha recogido en un libro, The monogamy gap (La brecha de la monogamia), varias investigaciones que apuntan en esa dirección.
Incluso hay infidelidades que salvan matrimonios. Esperanza Pérez relata el caso de una paciente. “Reconocía que si no fuera por su amante no hubiera aguantado su matrimonio. El amante le daba estabilidad en la relación con su pareja, a la que, por otra parte, no quería perder y no perdió. El amante también le daba una morbosidad que con el marido no tenía”. Pueden ser casos aislados, pero las editoriales han descubierto un nuevo filón que desvelar. Al menos es lo que refleja el libro The secret lives of wives (La vida secreta de las esposas), escrito por Iris Krasnow, una articulista y profesora de la American University, Washington DC. Para escribir el libro entrevistó a 200 mujeres casadas. ¿Qué sacó en claro? Que tener novios puede salvar el matrimonio, pero con un pequeño gran matiz: tener novios pero sin sexo. Según Iris Krasnow, traspasar la barrera del contacto físico puede deslucir la magia del sexo con la pareja, y esto puede erosionar la relación estable. Tal vez podría denominarse infidelidad emocional, pero no sexual. Pero es difícil determinar a partir de cuántas citas se puede afirmar que una pareja de amigos se convierte en relación emocional extramatrimonial.
Sería necesario ponerse de acuerdo qué se entiende por infidelidad, porque hay parejas que no consideran que lo sea el acostarse con otras personas o montárselo delante del ordenador. El psiquiatra Carlos Sirvent asegura que la percepción de infidelidad entre los hombres y mujeres es distinta. Para el 50% de las mujeres el cibersexo no es infidelidad y, en el caso de los hombres, el porcentaje sube al 80%. Sería necesario establecer pactos previos, como señala Emma Murillo, psicóloga y sexóloga. “Mantener relaciones sexuales y/o afectivas con personas distintas de las parejas habituales puede constituir o no un problema dependiendo de los acuerdos, pactos, costumbres y normas sociales (tanto implícitos como explícitos) que eventualmente se infrinjan con ello. En una sociedad o grupo humano en que la promiscuidad esté aceptada o fomentada, la mera idea de infidelidad carece de sentido”. Y en el caso de que tenga sentido, para el 47% de los hombres la infidelidad puede poner en peligro el matrimonio, mientras que en el caso de las mujeres, el porcentaje baja al 29%. Al menos es lo que señala el psiquiatra Carlos Sirvent, quien recoge los resultados de una investigación concluida en junio del año pasado sobre la importancia de la fidelidad en la pareja. “Las mujeres opinan que la principal amenaza al matrimonio es la falta de respeto (55%). Y ante la pregunta ¿qué es más importante, la infidelidad sexual o la emocional?, ambos sexos valoran sobre todo la fidelidad emocional (58% los hombres, 56% las mujeres), mientras que la fidelidad sexual bajaba al 24% en los hombres, y al 8% en las mujeres”. Siendo así, no parece que la infidelidad les preocupe demasiado, pero por si acaso callan. Al menos, quienes han confesado su infidelidad y esto ha supuesto la ruptura con su pareja, manifiestan que hubieran preferido no contarlo. “Algunos terminan confesándolo a su pareja, porque esperan que compartir con su pareja lo que ha sucedido refuerce la relación y la complicidad, así como sacudirse la culpabilidad de la transgresión”, explica Esther López Chicano.
También se intenta disminuir la responsabilidad de las decisiones a través del peso de los genes. “Hay un gen que codifica un tipo particular de receptor de vasopresina en el cerebro, podríamos llamarlo gen de la monogamia”, explica Emma Murillo, y añade que cuando los científicos lo inyectaron en un tipo de ratón de montaña, los machos normalmente promiscuos se volvieron monógamos. Los machos que disponían de una versión más larga del gen receptor de la vasopresina eran más monógamos y pasaban más tiempo cuidando a sus cachorros. “El equivalente en humanos: el gen cuenta por lo menos con diecisiete longitudes diferentes. Parece que quienes tienen el gen más largo responden socialmente mejor, las diferencias en el compromiso de emparejamiento pueden tener relación con nuestras diferencias individuales en la longitud de este gen en combinación con las hormonas”, comenta esta experta.
“Los genes pueden marcar tendencias, pero no son determinantes, como ya se ha demostrado con las enfermedades”, señala Esther López Chicano. Según esta experta se trata de tomar conciencia de lo que realmente se quiere y a qué pactos se llega con la pareja. “Otra cosa es saber qué se quiere realmente y no autoengañarse ni engañar a tu pareja. Pero eso implica madurez. Y no es tan fácil madurar”. Xavier Guix, psicólogo especializado en comunicación y en programación neurolingüística (PNL) y autor de, entre otros libros, ¡Cuánto te quiero!, estilos afectivos y miedo al compromiso, (Ed. Aguilar), añade que todavía prevalece la idea de la unión perfecta. “No hay nadie perfecto. Olvídate de las uniones perfectas”. La conquista de la coherencia es un misterio más.
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Publicado originalmente en https://www.lavanguardia.com/estilos-de-vida/20120330/54278090995/la-infidelidad-sale-del-armario.html