23 Sep Raro raro… y la pregunta de Vanessa
Como mínimo resulta curioso. ¿El qué?, le pregunto a mi amiga del alma. Y me cuenta que el 14 de diciembre del 2021, Patricia Martínez García, decana de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid, presentó a Guillaume Pitron y su libro “La guerra de los metales raros”. Y dos meses después empezó la guerra de Rusia con Ucrania. Raro raro…!!!
Pienso que mi amiga ve fantasmas por todas partes y tampoco sé quién es este Guillaume Pitron… Indago… Es un periodista de investigación que ha ganado premios por su labor profesional. Y sí, como mínimo resulta curioso cuando leo el subtítulo del mencionado libro: “La cara oculta de la transición energética y digital”.
Ojeo algunas páginas. Inquietante. Con el precio de la energía disparada es urgente la transición a una nueva era energética más ecológica y sostenible. “Sin embargo, ¿sabemos qué precio vamos a pagar por esta apuesta? ¿Quiénes son los vencedores y quiénes los vencidos en el ajedrez del capitalismo verde?”.
Es raro… sí… Tienes razón, tal vez no hay tantos recursos, tanta tierra para todos…le digo a mi amiga.
Pues tampoco se trata de eso, me contesta.
Ya me vuelve a marear y eso que hoy no hemos tomado copa alguna. Y me comparte la reflexión de su amigo Ueli Hurter, agricultor biodinámico suizo, sobre el escritor ruso Lev Tolstói. Cuenta la historia del campesino Pachom. Este está obsesionado en adquirir toda la tierra fértil que pueda. Fallece al intentarlo. En su entierro, la moraleja: el ser humano necesita tanta tierra como ocupa su tumba.
Visto así, no sé… Hay muchos vivos… replico. Tal vez demasiados.
Pues tampoco. Hagamos un cálculo matemático, propone mi amiga. Miremos la relación entre la superficie útil y el número de personas. Según la ONU somos casi ocho mil millones de habitantes. Así que hay unos 2.000 metros cuadrados de tierra cultivables disponible para cada ciudadano de la Tierra. Es posible alimentar a todos. Y hay sitio para todos. La pregunta es cómo nos organizamos.
Ufff… Complicado.
Pero posible.
¿Cómo?
Con arte.
¿Qué?
Ya lo decía Bernard Lievegoed.
Tampoco lo conozco, da igual. Pero, ¿qué proponía?
“Quizá podemos dejar a un lado los enfrentamientos egoístas, viviendo con nuestra alma como si fuese un oído orientado al mundo, escuchando a las personas como escuchamos una obra de arte, como escuchamos una sinfonía o una pieza de Bach…”.
¿Lievegoed era un músico?
No, no. Era un médico, psiquiatra y decano de la facultad de Economía de la Universidad de Twente en los Países Bajos. Además fundó el Instituto de Desarrollo Organizacional. En su libro “Hacia el siglo XXI”, termina destacando la importancia de llevar a cabo junto con otras personas un trabajo responsable en el mundo, alimentando la confianza. “Permanezcan unos juntos a otros para que aquellos que se encuentren sepan que no están solos, que se confía en cada uno, y que cada uno puede confiar en los demás”.
Lo de confiar no es tan fácil. Y aunque sigo mareado, me recuerda también otro libro de Ken Robinson y su hija Kate “Imagina si… El poder de crear un futuro para todos”. Sin exclusiones. Reimaginar el mundo y mejorarlo. Una nueva conciencia.
Raro raro, pero en ello estamos. Con imaginación, con arte. Y confianza.
Suena mi móvil. Me llama Vanessa. ¿Nos vemos? Sí. Hoy es mi renacimiento (https://bit.ly/3Upv1hq). Cantamos. Confío en ella.