23 Ago Volver también es un viaje
Confesiones íntimas de viajeros, ahora que se vuelve del viaje. O tal vez todavía se está viajando. O hay quién todavía no lo ha hecho y pronto lo hará. O hay quien viaja toda la vida para no estar.
“…Soy un bicho raro, ¿qué demonios estoy haciendo aquí? No pertenezco a este lugar….”. Canta Radiohead en la inquietante Creep, (https://bit.ly/1fYypFs, os invito a escucharlo) un título de rock alternativo que remueve las entrañas, sin saber a dónde marchar.
Hay quien se siente raro al viajar. Costumbres distintas. Contactos variados. Pero también hay quien se aclimata, asimila y digiere. Surge otra visión. Pequeños cambios en los filtros de la percepción. Y al volver ya no se es el mismo. Hay quien se siente raro al volver. Porque volver también es un viaje. Se cambia. Algo o mucho. También hay quien no cambia nada.
Un amigo muy íntimo me interrogaba que para qué viajar. Vaya obsesión en marchar. Recorrer kilómetros. O no eres nadie. O como mínimo el tipo raro que no se larga a experimentar.
Él aseguraba que no había mayor experiencia que el viaje hacia el interior de uno mismo. Sin kilómetros. Me cuenta que sus compañeros universitarios se pasaban el verano conociendo otros países de Europa con el interrail, una opción relativamente barata. Volvían con un inglés más fluido, italiano o alemán… Y mayor soltura en el trato con los otros. Algunos volvían cambiados, sí.
Mientras, este amigo mío confiesa que se aferraba a meditar, practicando zazen y taichi. O adentrándose en el universo de Jung y Reich… O leyendo libros de Hermann Hesse. ¿Para qué viajar?, insistía. También se puede cambiar estando en casa, afirmaba. Como los ascetas. Aislados de este mundo terrenal.
Pero pronto sus planes de quietud eterna se trastocaron. Las circunstancias quisieron que visitara en repetidas ocasiones durante siete años Nueva York, la capital del mundo. Y otros siete años Israel, territorio cargado de historia y disputas. También a las Tierras Altas escocesas con sus destilados de malta. O a Puerto Plata del Caribe catando el Brugal Papa Andrés en botella diseñada por Javier Mariscal.
Sea por los vapores del dios Baco o efluvios en otras islas (además de Madeira, disfrutó en Galápagos y Seychelles), su percepción de viajar cambió.
Al fin y al cabo, como me comenta la socióloga Ángeles Rubio (https://www.angelesrubio.net) “viajar es un impulso que nace de la intimidad del ser. No deja de ser un proceso interno plasmado externamente”.
Como la historia del punto que relata Carrie Punto (https://www.carriepunto.com), el alter ego de la escritora, terapeuta gestáltica y directora de escena Yolanda Romero. Una toma de consciencia del viaje, de los viajes. Todo un descubrimiento volviendo de vacaciones, volviendo del viaje. Al ladito de casa, en Barcelona. En una jam poesía gestáltica (https://www.espaipoetic.com)
El punto
“Había una vez un punto, un punto al que le seguían letras. Las tenía por delante y por detrás. No era un punto y aparte. Era tan sólo un punto y seguido. Aun así estaba orgulloso porque su función era separar dos grandes mundos. Servía de barrera y eso lo hacía fuerte y potente. Pero era sólo un punto.
Y de pronto cayó en la cuenta. Formaba parte de un todo. Y empezó a interesarse por lo que había antes que él y por lo que vendría luego. Empezó a dialogar con todas las palabras cercanas pero no encontró respuesta a su insignificancia. Entonces miró arriba y vio unas letras en mayúsculas, eran el título. Y ahí, iluminado por esa luz divina, decidió que quería viajar, conocer mundo, investigar qué es lo que había al final del párrafo. Y poco a poco empezó a hacerse hueco entre las frases y a caminar hacia las profundidades.
Así vivió muchas aventuras emocionantes. Se encontró algunos que eran como él, otros que se le parecían pero tenían algo en sus pies. Eran las comas. Y siguió más abajo, hacia el centro buscando cualquier información que le llevara a entender porqué él era un punto y no una diéresis por ejemplo.
Y llegó al final del párrafo y emocionado por lo que pudiera vivir haciéndolo, saltó al vacío. Y lo que encontró fue que tras ese párrafo había otro muy parecido. Entonces, en su insaciable búsqueda tomó conciencia que, tal vez, el viaje no tenía sentido si no exploraba antes de qué estaba hecho él. Después de mirarse mucho, se plantó cansado al lado de otro punto como él y pensó extasiado “aquí me quedo”. Y lo que no se dio cuenta fue que, ese punto delante del que se había parado, era el punto final. Y que tal vez, en breves segundos, aparecería otro al lado que los harían a los tres puntos suspensivos”…
Estas son las aventuras poéticas de Carrie Punto.
Otro viaje a la vuelta del viaje. Bienvenidos a casa.